среда, мая 10, 2006

relato gestaltico desde algunos adentros


I

La luz penetraba pura a través de los cristales de la sala de estar.
Las paredes prolijamente empapeladas denotaban un fino gusto de la señora Saunders, quien la estaría esperando en la habitación contigua. Los pasos, cuidadosamente contados, sonaron sordamente sobre el brillante piso plastificado. Unas sombras se interpusieron a medida que caminó cruzando la sala hacia la puerta blanca, cerrada.
(Estoy perdidísima) -pensó para sus adentros, - es la hora del té y Ronald no trajo aún las tostadas para la Señora.

II

Quizás no sea el momento para decirlo, pero alguien tendrá que hacerlo.
Un instante ensordecedor, en el que todo pareció quieto, el viejo portón se inclinó para obedecer y entré. La instantánea sepia de aquel cuarto: el hilo goteante de su boca, ese pobre animal encadenado a los huesos fríos de la madame, y Ronald ausente. El aire sin él suena desafinado. Traicionándome a mi misma dejo caer la porcelana atemporal y por fin una nota pura, un arpegio bien puesto señores, rayando el vinilo Poe del caserón. -Las 8 señora, su... infusión- me tiembla la aorta, mala señal.
Lo predecible; crimen y castigo, robo y cortadura de mano, pecado y horca, la madame y su escoba. -Lo siento señora, yo me encargaré. Al agacharme a recoger los pedazos de lo que yace roto, que no es sólo té, siento los golpes, fríos como vivir sin tacto. Madera y cadera, era predecible. Pobre miss Saunders, tantos años confinada en este bastión que, producto de su demencia, llama hogar, un patíbulo de cerdos. Era predecible, pobre miss Saunders, tantas horas a la penumbra.

Creo que intenta golpear mi rostro, no lo logra. Duele igual de gris, patíbulo de cerdos. Es igual, mi mente está intacta, le pido clemencia y como si estuviera escrito, vuelve el vodevil, el reconocimiento de la falta, las disculpas y el llanto de ambas, que si no fuera porque la señora sujeta la escoba redentora, la subiría al altar de madre o quizás de amante.

III

Tras un grito ensordecedor vuelve la señora Saunders, con su escoba, tan impredecible. Una gélida sensación me invade el rostro súbitamente, la escoba teñida de rojo surca una estela roja en el aire, algunas gotas perturban el orden manifiesto en los prolijos empapelados.
Las señales de dolor llegan gradualmente al cerebro revelando el daño producido sobre el ya inexistente tabique, mientras sus retinas reflejaban la figura de un testigo inmutable. Ajeno a la presente escena Ronald le pregunta a la Señora si prefiere las tostadas con mantequilla o con pepinillos suizos, mientras se apresura a eliminar con visible asco los vestigios de sangre sobre su saco de tweed.
Como buen inglés, al no percibir respuesta gira en sí mismo noventa grados y regresa al salón principal, recordando que se olvidó de encerar el suelo de la vigésimo tercera habitación.

Me levanto del suelo y haciendo una reverencia me disculpo con la señora para proseguir a la limpieza de mis fluidos rociados por doquier. La hemorragia brota a borbotones de mis fosas nasales y utilizo mi delantal para intentar frenarla. Haber utilizado las servilletas habría desatado una nueva tempestad poniendo nuevamente en riesgo mi integridad física. Con la mano izquierda presiono sobre mi cara y con la otra intento eliminar los vestigios de lo sucedido.
Mrs. Saunders me observa horrorizada y en un impulso maternal me pregunta si me encuentro bien y corre al vestíbulo donde se encuentra el teléfono para llamar una ambulancia.

IV

Estoy tan apenada- maullaba ya incorporada y sangrante de comisuras. A nadie le importaba ya, su rostro pedía a gritos una redención, aunque sea imaginaria, aunque se trate de la extracción de la piedra de la locura, esos ángulos angustiados del caserón le definían su muerte a cada escalón, a cada hora. inesperadamente la araña-media luz cae y se destroza en mil pedazos. El ruido produjo una mueca paralizante en la Sra. Saunders, quien vegetativamente arrastró su cuerpo hacia el living de abajo. Ronald, estoy apenada- silbó una vez mas, Ronald sintió que su hombría de rigor le impedía romper en llanto, y recordando aquello de que los-machos-no-lloran explotó en eufórica carcajada, gutural y de tan salvaje, falsa. Poniéndose en cuclillas para ayudarla, sin dejar de reír, levantó primero los vidrios.
La araña-media luz era desproporcionada, enorme. Mientras tanto ella observaba una alondra que, dando saltitos, terminó por posarse en su cabeza. Otra risa estalla, de ambos, Lara-alondra, y la risa se transformaba en llanto, Ronald era la primera vez que le pensaba su nombre.
- Laralondra...

Continuaron con su show de quien yace perdido por perdido y al ayudarla a incorporarse Ronald roza un poco de su piel, Lara enrojeció. Ambos retiraron sus manos del otro casi con horror. -Perdóneme Lara, usted sabe, soy un caballero, yo...- Ella tomó un vidrio muerto del parqué, aun sin mirarlo ni una vez, y rajó su vestido impenetrable, y luego de un largo siglo, levantó sus ojos hacia el, quien admiraba su cuerpo semidesnudo, mitad piel, mitad inocencia, con la fascinación de quien logró ver una sirena en Creta. Comenzaba a llover, la puerta entreabierta del salón del té cantaba como una cigarra, y en penumbra y llantos salados, se cambiaban de piel, reconociéndose uno con el otro.
-Deberíamos irnos, Srta. Lara, esta sucesión impulsos muertos ya no puede contenerse mas aquí dentro, en cualquier momento sucederá una desgracia, no lo cree usted?- boca arriba sobre el parqué, descansaban los dos Ronald sobre el pecho de la señorita Lara, afuera la lluvia y Lara en pose fetal. - creo que ya es demasiado tarde Ronald- Y como si no supieran que la Sra. Saunders yacía muerta entre el onceavo y décimo escalón, Ronald habló otra vez con desenvoltura:- Ambos sabemos que al cruzar el umbral habremos de morir Lara, no lo cree usted?, entonces la pregunta es simple, deberíamos destrozar la ventana con el perchero y salir malheridos del caserón, o unirnos a la familia por la puerta principal? - Lara sin abrir sus ojos se amarró de Ronald mas fuerte y comenzó a sollozar, era casi imperceptible.

El reloj guiñó las doce, tantas horas hacia que la dama Saunders habia bajado la escalera? hace tanto habia sido extirpada de sus -vidas- ? El se levantó a medio vestir y puso a Sinatra desde la fonola, fly me to the moon
- Usted sabe que la muerte no termina la vida, sino que la complementa - ella con la sien sobre la madera asintió como pudo, luego con expresión de insatisfacción dijo - Pensé que odiaba los lugares comunes...- ambos rieron, luego superponiéndose con el silencio absoluto Ronald re-descubrió la cara de Lara, e
ran precarios sus ojos, dignos de un mártir, de los que sufren y los santos.

- Y te voy a decir porqué, solamente porque lo, odio y quiero verlo muerto, por eso....- Ronald se incorporó, lagrimeó un poco, no demasiado y siguió agudizando sus ojos en Lara.

- quiero verme muerto Lara- hizo una pausa y prosiguió- hay dos ideas que me torturan estos días, me estaré yendo? , muriendo? apuntando los últimos exámenes, comiendo el ultimo arroz, lamiendo una ultima miel? Y me siento justo como Jesús, Maria, y la ultima cena, entendés? - Lara tratando de tapar su rodilla con un vestido destrozado preguntó cual era su segunda idea.- Simplemente que ya he muerto, un jodido polstergeist, hijo del tártaro, papel sobre el agua, es tan, injusto, no creo poder soportarlo mucho mas, necesito saborear toda la luz de esta habitación y afuera, en el centro, correr hasta la estación de tren, Londres, Dallas, Viena es igual, hasta que transpire por todos mis poros, escupir sangre sobre los policías, y que no me importe, y ahí no termina el infierno Lara, hay algo aun peor, no se porqué. quizás ya estoy muerto Lara.
- Entonces, no tendrías miedo a pasar sobre la puerta al irte...- Ronald no la dejó terminar y devolvió un grito
desalmado al espejo hasta romperlo.

- QUIERO VERLO MUERTO, ESTA PUTA CASA CON ESTOS PUTOS MUEBLES DE MIERDA, LA ABUELA MUERTA DEBAJO DE LA SALA, EL RETRATO DE COURBET Y ESA ESTUPIDA IRONIA, EL TIGRE EMBALSAMADO, EL PARQUÉ MOJADO, QUIERO VERLO MUERTO.

Continuaba su absurda destrucción chocando en el aire papeles y agua, sin cesar de gritar, Lara observaba como su conciencia de retiraba dulcemente y escenas nacían de los recuerdos, brotando y burbujeando de arriba y de abajo y viceversa. De una niña corriendo de la mano materna hasta la avenida para escuchar las ultimas palabras de unos accidentados con autos, luego evaporándose como la sangre del asfalto, de un violín encantado de sexo en una cama, del asesinato de Annie, su monja némesis del internado, de su hombre moribundo de Courbet, de aquel centro visto por primera vez como un ángel, desde allá, desde la terraza del caserón, de su cita postergada con la bañera, la gillette, y la muerte, nunca sucedería, porque esto es una ensoñación de opio, nunca pasará, porque esto no es realidad, esto es un tiempo al tiempo, o una tortuga, son dibujos en papeles en un charco en la estación en la tarde enfrente en su centro en su soledad y en sus lagrimas y en su icidio, que nunca pasará, que nunca saltará del techo hacia la el empedrado del centro sobre su cielo, su postergado sueño de mariposas de papel, sin charcos, sin barros, si larvas ni ratas, sin desconsuelo.

Hasta que algo pasara, algún recurso del alma para evitar los domingos, hasta sencillamente comenzó a levantarse entre los gritos desesperados de Ronald, mirándolo así se descubre un manojo de nervios atrasados impulsando desde abajo, desde la cintura hasta los labios y viceversa otra vez, saldrán, saldrán en todo su esplendor de una vez por su boca.

- si...

Y tomando el busto de Rodin sumergió su angustiada piel sobre la ventana devorando los vidrios y huyendo de murciélagos. Sobre los cristales miró el rostro de Ronald, quien contuvo su furia momentáneamente, y con una sonrisa sedante exclamó que valía la pena salir de la mansión para visitar Angers alguna vez.Salió.



V

No mira hacia atrás, y tratando de tapar su pálido cuerpo con el rasgado vestido, corre tontamente por el parque. No ve a nadie, pero saben que la miran Se siente atrapada en un túnel oscuro, y corre, corre hacia la libertad. Lagrimas le recorren la cara, trata de limpiarse, se mezclan con sangre seca en su rostro. No sabe si ese llanto es por remordimiento o felicidad, pero no quiere pensar. Toca su sostén empotrado en su cuerpo, como si hubiera nacido con el y nunca nadie lo hubiese tocado, ni siquiera Ronald. Hay unos billetes. Tal vez Ronald tenía razón, y correr hasta la estación no es imposible. Se tropieza, se cae, se raspa la piel. No tiene zapatos. Sale el Sol de entre las nubes grises, el cielo se limpia y el viento renueva los aires. Todo empieza nuevamente.

VI

La señora de la boletería mira a Lara mientras tantea el cajón de donde saca el vuelto y se lo da -siempre sin dejar de mirarla, de mirar los cortes en su cara. Lara nerviosa agarra los billetes y los hace un bollito. El tren se acerca y ella mira hacia ambos lados al acercarse. La señora de la boletería se levanta como en un impulso y el tren llega y Lara parada espera que pare para subir. Ya sentada, ve las luces pasar a través del vidrio y no puede evitar que se le llenen los ojos de lágrimas. Hay personas en el vagón, pero ninguna la mira. Se arregla un poco el vestido e intenta sin éxito peinarse. Se limpia las lágrimas. Un pañuelo blanco con un borde floreado asoma desde el asiento detrás del suyo.
-Gracias
-Necesitás un peine?
-C-cómo...?
-Digo, un peine... Tuviste un accidente y parecés preocupada por tu pelo...
Lara se da vuelta y ve una mujer cincuentona con un sombrero de paja.
La señora le sonríe y saca de un bolso de tela un cepillo de madera.
-Estás lastimada... deberías ir a una guardia...
Le saca el pañuelo de la mano, y lo apoya en la herida que Lara tiene en su mejilla.
-Estoy bien, gracias. Estoy bien

VII

Entre el humo de suelo y destrozos Ronald se convirtió en estatua de sal. Mirando al exterior de la ventana, y mas que nada hacia sus adentros, con un pie en cada orilla, observo el cielo amarillo de la post-lluvia, eso no podía significar nada bueno, sangraba por mas de un lugar, su rostro escrutaba una felicidad difícil de entender, y a su vez era imposible dejar de escuchar ese aleteo de pájaros que sugerían las manos de Lara al irse, ese ruido de alondras. - que era?.. que fue el sueño de ayer?..

Viendo su reflejo en la vitrina recordó a su hermana, en realidad solo recordaba el movimiento de sus ojos, nunca habia visto un par iguales, o sus manos, las manos de las mujeres. - Si no te das cuenta de que sos un genio, vas a ser un mediocre toda tu vida...

Las manos y los ojos son lo único que nos pertenece, uno tras otro lo perdemos, nos han negado el cielo, nos han negado el cielo, nos han negado el cielo. - Podría dormir mil años... Lara en las vías esperaba, yendo de una punta a la otra y volviendo, habia oscurecido, siempre con la mirada desparramada en el suelo del vagón. Ronald miró una vez mas el cuerpo de la Sra. Saunders, en pose fetal, ahora despertaría en un bebe, con la misma pose, con la misma vida, o quizás en algo elevado, un cóndor, no, un cuervo.
Cuervodelamiseria.
Cuervonegro.
Siempre arriba, siempre un poco mas, elevarse, por sobre el todo.
Al salir por el umbral y bajar por la escalera por poco recuerda el objeto de su sueño, algo pequeño, blanco, y hasta casi tropieza con la madame.

VIII

Esquivó su cuerpo y su memoria, para nunca volver a pisar esa huella. El viento había dejado de soplar, nadie murmuraba en la desierta mansión. La Sra. Saunders había muerto y, con ella, la noche. A través del ventanal, Ronald observó cómo empezaba a amanecer, cómo el jardín pulcramente cuidado se iba iluminando de a poco. Pero los pájaros no cantaban, ya no había pájaros.

Todos habían huido con Lara para dejarse respirar en el andén. Se levantó, caminó por el salón, no veía nada. En el umbral vio una mariposa, la siguió, como temblando, la corrió por toda la mansión celeste, se posó a meditar sobre el terciopelo rasgado del sillón, pareció meditar la mariposa, flotaba, levitaba... abrió los ojos... ya no la persigo -se dijo. Continuó, puso música, bailó, vio fotos viejas, se puso su traje negro y se marcó su piel blanca y fría en la tela negra. Las pupilas inmóviles y sus pálidos pómulos contrastaban con el terrible y pavoroso traje. ¿Dónde quedó mi traje blanco? -pensó, pero no se acordaba...

Fue hacia la cocina, abrió la heladera, una manzana, un mordisco, los dientes deslizándose y el jugo mojándole la boca, una gota cayendo sobre la cornisa de los labios, azules. Subió hacia su habitación, rechinaron los tablones de la escalera, se caía, arañó una pared para no caerse... pero no, no pudo aferrarse y la pared -también de madera- quedó marcada... ¿estarán bien mis zapatos? sí, siempre. Caminó y se curó la rodilla, era igual, no dolía... ni sangraba ya, dejó el botiquín en el baño rojo, algo goteaba, no lo pudo ver, no encontró las canillas abiertas, se fue. Se cansó de buscar, no le importó sentir las gotas dando contra el piso, las ignoró, puso un disco de Beethoven -la Quinta Sinfonía- lo escuchó un rato largo, no encontró nada, o tal vez demasiado, tomó el violín, no... las cuerdas rotas, se curvaban, como el espacio infinito, todos los sonidos sobre esas cuerdas, pero igualmente seguían dobladas e inútiles, más madera -pensó al ver el violín. No puedo más -dijo, se dirigió al tocadiscos y calló los negros aquelarres. El silencio se hizo total. Fue hacia el sillón, lo encontró extrañamente incómodo y gris, muy gris. Se movía sobre el piso de madera, esta vez sólo había una hoja seca sobre el alféizar de la ventana, la mariposa ha volado -creyó.

Casi sin doblar las rodillas, llegó de nuevo a la cocina, tiró la manzana, se sentó y se volvió a sentar. Tocaron el timbre, salió al pasillo que daba a la calle, la baranda fría y áspera lo acompañaba pero no lo sostenía, nada lo hacía, llegó a la puerta, una luz sin color salía del otro lado...

IX

Todos los pájaros habían huido con Lara, la ciudad había muerto en la Sra. Saunders. En el andén se acerca sigilosamente una señora, como dubitativa, hacia Lara. Una mujer robusta, de tez curtida y un impecable calash sobre su cabeza.
- Ruégole me disculpe usted Señora por mi intromisión, querríale consultar dónde ha podido conseguir usted el singular ejemplar de sombrero, bastante peculiar por cierto. Mi persona no ha presenciado jamás en su existencia modelo de tan singulares condiciones como los que mis ojos presencian y atestiguan.

Lara abrió enorme sus ojos desconcertada de aquel sorpresivo despliegue fútil de palabras, tuvo que procesar la interrogación un momento para poder interpretar lo que esta loca mujer le estaba cuestionando.
- Discúlpole señora, sin embargo su persona confundida está, yo no poseo ni poseeré sombrero alguno.

- Ja, ja, ja, jamás mi humilde persona ha tenido la gozosa dicha de conocer a tan jocosa mujercita. ¡Que ocurrencias tiene usted mujer al negarme a lo que mi vista es testigo!

- respondió la mujer acalorada por sus sofocantes risas, los rollos de masa adiposa acompañaban los espasmódicos movimientos centrales. - Discúlpeme a mí esta vez señora por mi atrevimiento, pero le reitero que yo no poseo ningún...

Un tren se acercaba a su andén y se observó en el reflejo de las ventanas de los vagones, entonces vió que una enorme masa oscura y amorfa se erguía sobre su cabeza. Elevó su mano hacia su cabeza y dudando palpó lo que había sobre ella. La textura sedosa, cálida y su liviandad revelaba el misterio. Una pluma. Muchas plumas. Una alondra, mil alondras, mil palomos en su cabeza.


Todos los pájaros de la ciudad sobre su cabeza.
-¡Oh mi Dios! -exclamó Lara- ¿Son alondras en mi cabeza?

-Oh niña, ¡que ocurrencias mi Dios! Ja, ja, ja, ja, que me muero niña, que me muero... ¡Que tienes pájaros en la cabeza! Ja, Ja, Ja... Ingeniosa respuesta, ciertamente que sí. Debo irme niña, pero cuando gustes pásate por mi casa a tomar el té, resido en la Blainville Street número mil cien. Ja, ja, ja, que tiene pájaros en la cabeza... ¡oh, que ocurrencias!... ¡Un gusto en conocerte peculiar mujer!

Lara asintió e hizo una reverencia, y la señora arrastró sus carcajadas fuera de la estación, las cuales todavía seguían resonando aún más allá. Sin embargo las alondras estaban allí formando un cúmulo polimorfo cual termitero africano.
Lara aceptando sus destino se permitió dormir, con mil alondras en su cabeza, arrullando sin cesar: "¡Oh, Ronald, si estuvieses aquí...!".

X

- Ambos sabemos como y porque acaba esto.
Un avepayaso, dos.Ronald escupe sobre el pecho de Lara, salando la herida diagonal.
- Los dos estamos al tanto de porque te estoy asesinando sin suplicia y hasta sin sexo.
Pero Ronald no escupe sobre el pecho de Lara, sobre un caballete tal vez, y su estúpida sonrisa de gato obeso con las manos apretando sobre el eje del mismo pedazo de madera pronosticaban que jamás podría y nunca matarse a si mismo.

Sin un tal vez.
Deja caer su rostro hacia atrás rozando su columna, hilarante y patético, quizás alguien abriría el portón, tal vez no, alguien abriría la puerta, incluso alguien se encuentra ya observando en el umbral con respiración agitada escuchando ese intento de risa que tienen los ingleses del norte, como nuestro agrimensor de castillo: Ronald. Pero que esperaba el supuesto individuo para irrumpir en el salón de te?
Que anhelos lo desdibujaban incapaz de tomar la simple decisión?
Tentaría a Ronald? Lo tentaría en su acto de la mas triste de las criadas?

La respuesta era tan inútil que provoco ira en Ronald destrozando acordes de canciones mal tarareadas, masturbándose sobre el busto de Homero semejando ser gárgola, era igual, sin tal vez, nunca saldría de la habitación.






* Capítulos:

I: el Bardo (?)
II, IV, VII y X : Yo
III y IX : Dani
V : Olga ¿?
VI : Kari
VIII : Gaby
¿¿???