среда, апреля 05, 2006

green bananas


Así pasan los pájaros carroñeros, bien babilónicos, con su pico pistola aplastan la cabeza del gusano imberbe y los saborean, como si los gusanos tuvieran cabeza y como si las palomas fueran tan analíticas.
A veces buscamos lo imposible, la Helena de Troya en un bar sucio del Abasto, la Ella que nos diera sexo y una muerte de baba. Pero las utopías son de agua salada y más espesas que el llanto del abuelo, por eso ahora y siempre las bananas: verdes.

Si hoy no hubiera muerto, si no estuviera contemplando la vía y la plaza desde una terraza invisible, sin duda hubiera asesinado, lo que me convierte inmediatamente en un inocente de circunstancia, noble mas que una polilla con alas rotas si se quiere, pero sepan que mas allá de los estados crepusculares soy un homicida sublimado.
Los chinos son una raza fantástica, el idioma chino es melodioso, surreal, eterno, su carisma va mas allá de los canones occidentales.
En América una chino sin contaminar duraría tanto como un pinchazo, los masacramos y nos sentimos orgullosos de nosotros.
Quizás por eso, por esa deuda generacional algunos actores mediocres como yo adquirimos una cámara fotográfica y tal vez a modo de compensación metafísica otro bufón desempleado se ofrece a guiarnos por Arribeños abriendo la boca justo igual que una gárgola mojada ante las casas de te y las galerías fosforescentes.
Todo este panfleto de moral termina cuando en el mismo encuadre hay un elemento fuera de foco, una mancha, una mosca estática, pero no, no la mosca, la mujer, la mujer negra, la mujer de negro, desentona ¿y las bananas? Las bananas verdes, la mujer erguida con sus patas que no se corren, nos e enfoca y no se corre.
Me tapo los ojos para evitar el bochorno y evitar el llanto y siento a mi arlequín escudero indignado y cruzando a la esquina, la esquina del cuadro.
No quiere irse y dice que cruces.
Debía estar escrito que una esponja celeste como yo tendría que conocerla, así que seque mi rostro y cruce el túnel del matadero hasta el semáforo.
No me tomó por sorpresa ya que elegí después de todo, que las cosas sucedan de ese modo.
Pero si ella hubiera fallado, si ella no hubiera clavado su pinza en mi cuello, si mientras los hacia farfullaba y escupía vapor gris de su boca con violencia, entonces talvez si, talvez si la hubiera matado, pero semejante estatua como ella con caracoles colgantes del pelo no podía fallar era irreal.

Y una vez mas yaciendo sobre la esquina, y otra vez chapoteando en mi sangre, y una vez mas la fila de curiosos, otra vez el azulejo azul brotando de mi herida, una vez mas arriba bananas verdes, otra vez la cámara destrozada entre adoquines, una vez mas oscurece a la sombra del bananero, otra vez son casi imperceptibles los aleteos de gaviotas, de palomas, de agua salada.

Ooh four steps to the cemetery gates
Four miles of the graveyard
Oh love, supreme, supreme…
Give me supreme love, give me supreme love…