Wagner y muerte de la calma

Mi mujer tiene dientes.
Ámola.
Las cigarras de la calle le chiflan verdades que ya conoce.
mueve a la izquierda sus labios de bulbo.
Los viejos le estornudan piropos oxidados
y ella sigue destrozando el pavimento a pie de guerra.

Hubo noches que la muerte perfecta me asfixió en un sueño de sudor y lagrimas.
los pechos y huracanes trepan hasta tus pupilas,
nunca se persive a tiempo ya que gatean sigilosamente entre las pestañas
una vez dentro se ocupan de devorarte usando algun reflejo o premonicion.

Ella es el centro de la ciudad, nada mas que un leve roce
y caer dentro de su espalda enfundada.
Y los rumores de charcos entrelazados con seda,
elaborados de ansias con sangre.
Cadaveres tibioS, de poca suerte, clarinetes.

Y vos esperanzado de salir vivo aun despues de tal
estiramiento de sentidos y esguince de placer.
Unos segundos despues te arrastras desde el precipicio de tu cama,
incapacitado de modular y tus piernas parecen de arcilla, sin alma ni voluntad.
Y lo de siempre, trepar hasta el lavadero y colgarte a secar al calor de la luna.
No esperes poder hablar en dias,
ámola.