суббота, октября 22, 2005

espantapájaros


Pequeña centinela,
Caes una vez más por la ranura de la noche
-A. Pizarnik–



El tenue vaivén del ventilador, la sacudida en ocre de Pollock, la marioneta de espaldas al rincón, la sábana que recrea fiebre, el cuadro a medio hacer, blanco y negro, blanco sobre negro en realidad, y el viento esperanzado que golpea mis párpados, en su trayectoria revela con incertidumbre que es tarde, la fiesta al final del corredor.
Traspapelo la idea monocorde de que era-un-sueño-después-de-todo y me dirijo a la puerta, no funciona, sigo afiebrado, es igual, la música hace el resto, esa sensación, dedos del pie derecho contorsionándose hasta lograr la elipsis, es conocido, como decir que dos más dos es cinco y el blanco estrella el vacío del negro, cajas de cajas de cajas que no terminan en infinito, peor, desaparecen.

Miro mi reflejo en el espejo oval del pasillo de casa, se traspapela con el resto, la oscuridad tiene cuerpo y desfigura mi piel, en un instante creí cambiar.

¿Era eso ?

El vidrio me refleja hechos, ahí, allá, el candado que cuelga de mi cuello, la no-sombra del ojo izquierdo, la ofensiva boca, los incisivos labios, todo en mí depende de un reflejo, y sin él podría ser asesino. Podría matar a sus madres, sin contemplaciones, bang bang you´re dead, sin cuartel.
Solía caminar en estos techos, esta madera plastificada, este ocre-sacudida, en el baile de máscaras de detrás de la puerta, habrá que cruzar, me encojo de hombros.

El desfile no estaba mal, mucho dorado se escucha por allá, el rincón de los pesimistas, ¿es este? ¿el mayo francés? máscaras de máscaras, pseudo-renacentistas, Venecia en mi living, no está mal el desfile, lo que nos incumbe es el motivo del festejo.
- vos y yo lo sabemos, le objeto a un chimpancé ebrio que cuelga de mi hombro.

- pero, ¿qué llevás con vos? ¿la máscara del lobo? el primate tratando de entablar una relación conmigo relata la leyenda de las puertas del mundo, como si no la hubiera escuchado antes. Asiento de una forma tan pero tan falsa que asquea.

- Puerta izquierda te comen los lobos, puerta derecha comés a los lobos, todos colgamos ebrios del hombro de nuestra máscara y la decisión se nos presenta de cuando en cuando, hay que estar alerta, a veces puede enfermarte gravemente…

Brindamos, lo dejo caer, ¿pero era eso? ¿de dónde acabo despertando?

La orquesta, por los rostros de las parejas bailando se creería que fabrican música, no estoy seguro, veo al saxofonista contorsionando su masa en cámara lenta, esto le gustaría, como soplando su cuerpo, creando música, entrecierro los ojos para escuchar pero no hay nada, sólo silencio, nunca me gustaron.

Abrazo a los conocidos, hablo pero de mi boca parece salir un hilo de gas púrpura que a su vez abraza los rostros de la gente y luego se incorpora.
Luego de un rato noto que soy la única persona no disfrazada; claro, es mi casa. Levanto la frente, el primer movimiento terminó, ¿qué hacen? ¿un toro? por los parlantes escucho una voz estridente que aclara al público entre música de vodevil:

- Leonardo, en gira mundial desde Anatolia, búfalo en extinción, delicia de los cortesanos, sátiro de victorianas, conoz…

El platillo del cyrano desde el escenario me deja con la duda de lo que hay que conocer sobre Leonardo, la estrella del Thamesis. Siendo honestos, me interesaba mucho, más sabiendo que su pelaje amarillo quizás lograba sacarme de este deja- vu constante.

Luego de bailotear el silencio de la Jazz Band noto mis labios dormidos y un sudor frío, la enfermedad empeora
vuelvo, si voy a volver, ahora vuelvo. Cierro el pasillo.
Arrastrándome, simulando una herida de lanza en las costillas, entro a mi cuarto.

Entre las sábanas infinitas, trato de sobrevivir, una guerra puño a puño con la muerte, aún sabiendo que era fiebre no me entregaría inmóvil a su pozo, libre de caer en aquel recuerdo que llaman sueño, te espero en los eliseos, sonido de llaves, el lapso temporal de la vigilia que no es vigilia, los colores que me creí, que me tragué con rabia viendo a mi madre de perfil, único remedio, único vagón, con aquel búfalo en la plaza de toros, pero era mi yo que espera de mi yo verdadero, un nene, matamos al torero, los matamos a todos ¿eh? Sevilla teñida de ocre, una sacudida en la plaza de toros.
Noto que me río desconsideradamente, retour a la normale, pero no lo disfruto, es agonía superflua, es escarcha, dios es escarcha. Brueghel, pronuncio brueghel con saliva gutural, con espasmo, con desencanto.

Mi mano izquierda lucha por enterrarme en la realidad, pegándome con un palo desde allá, desde el cuadro, blanco sobre negro, Cesar Vallejo ha muerto, le pegaban todos sin que él hiciera nada, le daban duro con un palo y duro. La sacudida púrpura que emanan mis labios adormecidos de fiebre. I want roses in my power garden, dig?
Volviendo centro mi centro en volver a ver mi centro, veo la puerta de mi cuarto y afuera, ella, quien va a entrar al centro de mi cuarto desde la puerta. Cantar de las ranas.
Ella tiene su centro, siempre.
La noto distante, preocupada, veo su pecho, sus pechos, noto su poliéster de pollera, sus tacos, más arriba piel, ahí esta.
Vuelvo dentro de la pieza por unos instantes.
- Pasá, sentate.
No veo en realidad su rostro pero a pesar de sus ojos cerrados siento sus pupilas y su verde mirada, algo va mal, enojada, no responde excepto para bailar sus labios perfectos simultáneamente.
Acaricio su espalda entre las sábanas, me inquieta su quietud.
- Vení, hay lugar…
Siento espasmos, quiero que sea su mano la que me ataje perpendicularmente en mi descenso, un gran descenso, excepto por sus manos.
- No, no quiero acostarme con vos…

- Jaca, que pasa? acá hay lugar.

- No, no quiero acostarme con vos, no quiero…gritando entre lágrimas empuja mi cuerpo fuera de la cama, que debido a mi piel febril queda inmóvil como un crustáceo en la madera llena de papeles. Se va.

- No lo hagas Jaca, no te vayas…

Todo exige en alaridos entre mis orejas algún grito, un sonido tan desproporcionado como para ser voz, una flor inhumana, un collage incoloro de cabezas, un suave tren y un punto final?

Nadie nace búfalo, yo oigo sólo a veces los colores punzantes, y tan sólo a veces devoro las últimas flores.

…vaivén del ventilador, la sacudida en ocre de Pollock, la marioneta de espaldas al rincón, la sábana que recrea fiebre, el cuadro a medio hacer, blanco y negro, blanco sobre negro en realidad, y el viento esperanzado que golpea mis párpados, en su trayectoria revela con incertidumbre que es tarde, la fiesta al final del corredor.

Apoyo mi ojo izquierdo en el pelaje solar de Leonardo, respiro la mañana desde el balcón, un chimpancé cuelga de mi hombro, susurra algo ilegible, por lo tanto sordo, incoloro.
A tres, cuatro centímetros, sobrevolando la ruta de hormigas hay una máscara de
lobos -mata-lobos-no-jamás-nunca-cantar-de-las-ranas-será.
Al volver a la fiesta noté dentro del suelo lágrimas propias o mías o Jacanianas, de nadie más.
Me gusta esta mañana, más tarde ya no, este momento, es maravilloso.