понедельник, сентября 19, 2005

la bestia Tractarus


Si supieras como te he buscado en grietas sorpresa, ritos borrachos, soledades inocuas, y festines de insomnio.
Confutatis en la masmédula, talking drum, 8 y medio.
Bailando Chocolat, ship of fools y la nave va... bailando Chocolat y el coloso de Marusi.
Los chicos de Chiclana de la frontera se retuercen en orgasmos de gelatina y anís, las chicas de Cádiz en su sordera solemne repiten cantos a la virgen de turno en espasmos de gorros negros y velas lloronas.
Si supieras que busque hasta en la arena quien escapa en mis dedos de plastilina.
Con tus dedos de la cara me hinchaste y rompiste, uniendo mis retazos cociste un paraguas para taparte del sol que alguien quiso interpretar escupiendo sangre hasta acá el abajo.
El vaivén del techo giratorio sacudía entre los rayos de mañana réquiem en re menor, se levanto pensando apenas en las casas de Bree, restos del sueño rompían en el aire se sintió incomodo con las maderas de la espalda y tuvo hambre.
Naturalmente no pudo salir, no era lo permitido, y en el silencio escuchaba un latido de corazón inquieto.
Trato de no desmoronar el equilibrio del ángelus arquitectónico mientras se escabullía por los rincones, ese tambor electrificado seguía su pulso reflexionando sobre cada poro del pobre animal. En el silencio ahonda la locura y en aquel compás se permitía apoyar su esperanza de comatoso.
La cavidad de la madriguera no era mas grande que un cajón de cervezas y poseía la incongruencia del derrotado: cuanto mas chico mas grande.

El botánico, y mi cuarto, todos esos gatos, las rejas y el verde, verde de anti -vida, verde moho en ataúd, verde en la pecera del bogavante y verde uniforme de terapia intermedia.

Muy de vez en cuanto aparecía algún insectito asomando su aguijón por un vértice de la jaula y sucumbía en segundos ante la envidiable colmillera del Tractarus, relamía sus bigotes y miraba estático el jazmín mientras llevaba a cabo la digestión. Un caracol de la costa, anclado en el asfalto, un original de Frangélico dedicado a una gaviota, un angelo tercermundista, jamás un caracol, eso jamás. Ahora la bestia asoma el cuello entre las cadenas de carbón y el latido se hace tan cercano que viola la quietud.
Como un colchón de esporas a punto de atacar, la bestia escucho que el latido se intensificaba en las cercanías e incapaz de percibir a quien pertenecía en la penumbra su propio pulso cayo para no volver a repuntar nariz sobre las olas.Murió.