понедельник, сентября 26, 2005

Jana


-“Sí, yo también la vi una vez, esas cosas nunca se olvidan”.
Amanecía y hacía algo de calor. Los grillos no decían nada, cosa rara en el Tigre, ¿no?
Él y Tomás, eran el último vestigio de la camada que los había acompañado la noche pasada a una especie de expedición al Tigre, “esas como hacían los antiguos” (sic..)
-“Ya salvó a unos cuantos, dicen”.
Tomás se refresca las ideas masticando la hierba. Él, en cambio, se miraba los pies.
-”¿Cómo? ¿Cómo salvó a unos cuantos?”
-“No sé, dicen eso. Que los salvó”.

-“No, no sé cómo se llama...”
-“¿Qué edad tenés vos? ¿13? ¿Y ya la viste? ...Te das cuenta...”
- “Sí, igual que vos”.
-“ Pero yo no la vi, Tomás, nunca la vi; sólo escuché hablar algo”.

Era el último verano; ya se tenían que meter al agua, se terminaba el día; los aterraba, decían que en el horizonte habitan monstruos terribles, “¿viste la aventura del Poseidón?”(nunca me contó de su madre)
El gordo, Ana, Nico, Juan, la Negra, Pipi, Sol, ya se habían sumergido todos, y el agua casi les besaba los pies, “¿cómo vinimos a esta islita?”
Iban y venían, como expectantes los pececitos de colores, “¡Qué raro! ¿Éstos no están en el mar?”
-“Bueno, yo sí la vi, ¿sabés?. Toda de negro, en los labios tenía un color medio raro, no me acuerdo ¿las olas no son del mar?”
-“Creo que ella también me vio, y hasta creo que me hacía como gestos”.
La cara de Tomás se contorneaba en gesto de confusión
-“Hacía así, pero no sé si a mí, había tanta gente...”
Ya a esta altura Tomás parecía una marioneta, reproduciendo y gesticulando sin saber muy bien cómo.
-“Algo decía, movía esos labios, pero yo miraba siempre sus piernas, es que eran... no eran, mejor dicho, no me animaba mirarle la cara, vos hubieras levantado la vista para verla, sabiendo que era Jana?”
Hasta caracolitos había, abriéndose paso, donde estaban ya no era el Tigre.
-“En Santa Fe estaba, pero ese mismo día pasamos por san Telmo, ¿te acordas? Con la nueva ruta, y me pareció verla de nuevo, charlando con un viejito... con Samuel, el cieguito que arregla cuadros... Pero no estoy seguro, no me hagas caso”.
-“Subió la marea, Tomás. Hay que meterse”.
-“Pero... bueno, no se puede volver. ¿Dónde están los chicos?”
Siete, aunque pudieron ser ocho pájaros, pasaron a vigilar desde allá arriba.
-“Sí, era Jana”.
Y se fueron yendo, sin saber muy bien por qué, con la certidumbre de que la única salida era la entrada.

-“¿La vas a volver a ver?”