среда, сентября 28, 2005

Gólgota

I will not go,
Prefer a feast of friends
To join the great family.



ACLARACIÓN: lo que se declara a continuación son extractos de un diario intimo encontrado acurrucado en una esquina del micro centro porteño, bajo una escultural columna, las fechas y ciertas líneas se hayan tachados, para no llegar a menospreciar al lector se regala libertad de deducir esa clase de títulos de precisos o no...

Día 1 no sé muy bien por qué, pero ya no pude más y lo hice: lo asesiné. No es gran cosa si uno lo piensa, es sólo eso, un asesinato anónimo, a nadie le va a importar; el pobre tipo era muy desgraciado, con la excusa de la noche llegué a hurtadillas a su habitación y allí murió. Aunque reflexionando, él murió solo; de sólo verme, palideció por útima vez; no es un problema , nadie lo va a llegar a extrañar. Más tarde pasé por el bar de Cerrito y brindé por él y por dignarse a marchar.

Día 2 hoy pasé por su casa al regresar por Florida, como una confirmación de mi simetría, antes anduve ronroneando con la gente de Lavalle. No es gran cosa, ni tan poco tan anormal, son alertas.
De cualquier modo hoy pasé por allí, él prometió algo antes de irse. No me inquieta, muerto está.
En el trayecto subí al pool de al lado del bingo, esperé mucho tiempo, varias horas sin pronunciar palabra, dibujé, esperé, tomé café, fumé, todo fué en vano, la gente iba y venia como siempre.

Día 3 después de desvariar con los pies por todo el centro, desde Callao hasta el río, llegué a la conclusión de que el mejor lugar para ese día era el banco en Puerto Madero, me senté, me maravillé con lo gris que son las calles que lo preceden, me maravillé tanto que empezaron a llegar, a caer historias, historias de seres grises que habitaban allí, todo en plano borroso como visto desde adentro de una ventana en mitad de una tormenta. Se traslucían habitaciones y se oía tango, tango del azul, no del gris :eso le daba un mosaico acogedor a las escenas;no tardaron en florecer los héroes y villanos, o simplemente personajes, aunque el argumento a esa altura era caótico como todo principio.

Día 4 ( empieza con la palabra “saxo” tachada) tengo la impresión de caminar en un círculo, mas parecido a un coliseo romano que a una esfera. Todo me resulta inconexo, aunque a la vez complementario, la flor en el subte, el globo amarillo en el obelisco, el boleto capicúa de los antiguos colectivos en el piso de la oficina...nadie puede compaginar esos objetos.
Yo quise el telón final y sólo encontré la pantalla en blanco, me dijeron que se llegarían a ver barras de colores, no sería la primera vez que me mienten. Hoy estuve todo el día escuchando la vida del viejito que toca la flauta en Lavalle, tan desafinada como su decadencia, ese fantasma de blanco que se codea con la miseria humana, lo había logrado: estaba entrando en la historia, era un personaje gris en ese barrio gris y en este día gris de borrasca.

Día 5 sentí su presencia, estoy seguro (tachado)
el día había sido igual a los anteriores, rondando por todo el conjunto de avenidas, por las arterias de esta ciudad que agoniza, por las oraciones de un post-tango, me dejé llevar hasta el banco del fin del mundo, el que da al agua, la vena natural del barrio.
( 3 oraciones totalmente borradas)
(...) allí estaban los 4 protagonistas del cuento, frente a frente, observándose por primera vez, entre la lluvia y el empedrado, todos situados en una esquina distinta. El de la esquina paralela a mí llevaba un sombrero de media copa, un sobretodo negro azabache, unos zapatos blancos. Enfrente suyo cruzando, ella, la chica, un velo le cubría el rostro, un velo celeste, minifalda y camisa hippie de Klimt; a su derecha traspasando el empedrado, el marino, camiseta a rayas azules y blancas, habano consumido, botas, y en la esquina de descarte, ella, la saxofonista, botas negras, boina, ridículos antejos negros, funda en el suelo cubierta de centavos mojados...
esa imagen me martilló la sien aquella tarde, siempre se me presentaban en crepúsculo, parecía que me aguardaban hasta que me sentase en aquel banco y a esa hora del día...no los imaginaba haciendo nada el resto del día, .me dió escalofríos.

Día 6 estoy escribiendo esto con una resaca constante, no sé dónde empiezan mis recuerdos, aunque creo que en el bar de Lavalle y Esmeralda, en aquel tugurio, recuerdo que creí despertarme sin recuerdos y por el olor nauseabundo de los fritos, ¿qué hacía entre toda esa escoria, entre esos semihombres?
Anteriores imágenes de aclaración, como por ejemplo, cómo llegué ahí, o en qué había desperdiciado el día , simplemente, me eran negados.
Pero lo que había allí era horrible, ante mí: 9 vasos vacíos de cerveza; recuerdo que llamé a la camarera y le pedí una coca-cola, con absoluta vergüenza.
Nunca tomo, puedo enlazar esa amnesia con el hecho del temor que me causó ayer la visión en aquel banco, una hojeada a un mundo imaginario pero vivo, le digo "gracias" y agarro el vaso, lo tanteo en casi una penumbra pero no, ahí estaban esas infames lámparas delatando esa humillación de público, “vamos a usarlas para algo” pensé...
Bebí el vaso casi en un segundo, un microsegundo en el microcentro, y empiezo a divisar a través del vidrio de vaso a toda la gentuza del lugar. Esto es horrible, daban ganas a cualquiera de quedarse allí y hundirse en el asiento, si éste no fuera de un frágil plástico barato... los conté a todos, noté sus miradas, y lo ví, ví aquel verdugo, ví aquel gran y enorme espejo-pared. ¿Quién puede ser tan cruel de colocar un espejo en aquel bar?
(se divisa fecha borrada con corrector, y algunas líneas)

Día 8 (?) estoy en el banco, en aquel banco que mencioné antes, este diario es un arma, me mantiene en este banco, en el banco que mencioné antes (...)
Sigue lloviendo, nunca cesaría en la esquina de Florida, ellos, los cuatro integrantes de aquel barrio bailan, bajo la lluvia, la chica entona notas de algún swing perdido del ’30 ,
El marinero, acostumbrado al agua, no lo duda y toma de la mano a la chica de la esquina consecutiva, todo es borroso, el hombre de negro, con ritmo comienza a juntar ramas, arma una pequeña hoguera protegida por la gran columna del Centro Cultural, y se dispone a gesticular las notas del saxo, la música llena la esquina, es un aquelarre, no hay dudas (...)

Día 9 cada vez anhelo con más ansias sentarme en ese mirador que da al río y al mundo que me asalta con sus 4 personajes inmaculados. ¿Qué se proponen?
Como de costumbre anduve dando pasos circulares a lo largo de todo el centro, por el bar-madriguera donde desfilan siempre en traje, decidí ilustrar a una mujer, una mujer que llegó al bar y se sentó sólo con la intención de que la dibujase. Terminé, pagué, le regalé el garabato... qué descaro...actuó como si se sorprendiera....
El viejo me dedicó un tema con su pifiada flauta...”El indio gris” ... curioso....
Me pare en el centro exacto de Lavalle, sólo para comprobar lo que temía, ese lugar estratégico de la ciudad me abría los brazos, mi destino era mutar en un viejo con flauta desafinada, en una mujer que pide en silencio que la retraten, en el globo rojo del andén...esa noche corrí a casa, seguramente en aquel banco lo habrán notado...siempre me esperan, cada vez con más ansias que me siente en ese mirador que da al río
(el siguiente renglón tachado)

Día 10 ya no tengo miedo, si ellos deciden esperarme día y noche habrá que obedecer, es la única forma de terminar con la historia algún día.
Sentado en la baranda de la estación Diagonal Norte me puse a admirar el empedrado.
Imaginaba a cada adoquín como un engranaje, en movimiento, un ciclo diario y tan diario que a nadie le importaría jamás, con movimiento imperceptible como la aguja del relo,si esos yuppies supieran su destino en aquella cinta de gimnasia... conocí a una chica especial, posee todos los atributos del desgano, aunque no me lo termino de creer, no parece ser de la calle, habla bien, conoce libros, fue un momento de debilidad.
Sentado entre el gentío escuchando a los gitanos, alguien agarró mi mano y sin decir nada escribió en ella :
África África, madre del globo, África, viejo mundo, tu velo lo cubre todo
Levanté la vista y la ví, me llamo la atención su pelo completamente coloreado de azul y su sonrisa.
Hablamos largo trecho atravesando la avenida, finalmente me contó algo de su vida, me pidió un favor.

Día 11 hoy vislumbré una esfinge en el Centro Cultural, una esfinge que parecía una gran columna, pero a mí no me engaña: sé que yace ahí hace tal vez mil años; una columna no tendría tanta antigüedad.
Divagué con los pies hasta llegar a la esquina de Florida y Lavalle, no me había percatado de que una antigua galería se refugiaba a la vuelta, me acerqué, todo estaba a oscuras, me metí a hurtadillas, alguien me señaló.
Dos pasos y llegaba al río, tampoco corrí tanto.
Allí me senté, vi que se nublaba en la lejanía, pero ya estaba lloviendo en aquel centro gris y en ruinas de ese mundo visto a través de la ventana mojada....
En la dichosa esquina se encontraban restos de una hoguera pequeña, sólo se oía el chapoteo de las gotas, algo más había en esa esquina, un ...¿grabador? sí, era eso, un viejo grabador de los que tienen el parlante como una gran oreja, nadie más.
De repente ese falso silencio se quebró dejando pasar en tono ascendente “La cabalgata de las Valkirias” Wagner. Y entonces allí estaban, los 4, por primera vez mojados, corriendo, arriba de los autos, a lo lejos, venían en mi perspectiva, se acercaban, con caras indiferentes, pero corrían, hacia mí. Si no me apresuraba, llegarían. Me levanté y huí despavorido, ¿sería posible que hubieran notado mi presencia? Me eché a correr otra vez, hacia el subte, pasando justamente por aquella esquina, temí ser perseguido y avistar 4 perseguidores; no pasó a mayores, mis piernas temblaban.

Día 12 tuve un sueño extraño, tal vez algún recuerdo, era muy real. Soñé que simplemente era normal, repito: muy extraño...en vez de ser el amo y señor de mi madriguera, vivía en la superficie. Si tuviera que definir mi estado, sólo diría que soy un perro, que algunos entienden como un insulto, yo no. Aunque en un sueño no se pueda razonar, contaba las nubes, como una costumbre nacida del absoluto aburrimiento; iba a trabajar contando las nubes, casi obsesivamente. Mis días eran corrientes, sin fama ni gloria, hasta que de tanto pedírselo, él se presentó a mi habitación y me asesinó, o lo intentó, ya que eché a correr , pero mis piernas no avanzaban, como en esas cintas de gimnasio, una simulación, Desperté jadeando. Salí a la calle, y allí estaba, la chica punk aunque de punk tenía sólo el pelo.
Fuimos a comer, entre bocado y bocado me preguntaba cosas, y yo no respondía monosílabos.
Mi vida, mis hobbies, todo se explayó en la mesa; bebimos ron, reímos, se fué, pagué.
Era culpable de un crimen, no le había preguntado nada.

Día 13 Sin embargo el sueño de hoy fue más atronador que 2 truenos: soñé que despertaba.
Que no era un asesino, que nadie me perseguía, que mi carcelero no existía....mas bien fue una pesadilla.
Otra vez desperté entre jadeos y golpes al aire viciado de la habitación.
Sin pensarlo dos veces me fui.
Ese día juré no pensar, aunque no estaría escribiendo esto si hubiera cumplido.
Ya no podía más, era como una asfixia mental, y sin preverlo, me desmayé en pleno microcentro.
Me desperté rodeado de mil vasos de cerveza rancios ante mí.
En aquel nefasto bar del fin del mundo, las mismas caras grotescas y la misma silla al borde del suelo.
Todo era el mismo montaje que días atrás, aunque algo había cambiado, no sabia muy bien qué, hasta que lo ví. Mejor dicho, hasta que no lo ví, giré la cabeza hacia el espejo-pared, y no estaba, mi reflejo no estaba.
Pedí una coca-cola, lentamente entre las mil caras de seres opacos que vislumbraba con el mentón en la mesa desde los mil vasos de cerveza veía una silueta que parecía venir a mi a toda prisa.
Era la chica que aparecía siempre en esos momentos, la chica punk, la que no tenía nada de punk.
Me pone en los labios el vaso de gaseosa, lo bebo, nos vamos.
Parecía apurada, ya era de noche, comenzó a llover, ese capricho de nubes que amenazaba ayer.
“Ahora es imposible, ahora ya no puedo contarlas!!” vociferaba ella mirando al cielo.
Literalmente flotaba como una bandera, ella me llevaba del brazo casi trotando.
Su pelo se desteñía a verde océano, francamente la cabeza de esa chica parecía un mar nocturno, recordé el apodo al mar que le había puesto de chico: "el gigante come-rocas"...me reí.
Pese a saber su vida, puedo asegurar que sé de ella lo mismo que ustedes, por eso me niego a explicarles lo que me había contado.
Llegamos al banco. ¿Cómo sabía ella lo de aquel banco? En mi delirio quizás lo había divagado, son esas las cosas de las que después logro avergonzarme.
Miro al cielo y dijo “nos estamos mojando, vamonos...”
En esas calles nunca parece haber ningún techo en el que refugiarse de la lluvia, así que ya de antemano sabia adonde nos cobijaríamos.
“ahí, debajo de la columna” señaló con su dedo sin anillos.
Alguien me saluda, lo reconozco, es Yamil, el viejo de la flauta decadente, “no podía ir a ningún lado” se ríe o balbucea algo, da igual lo enturbia la tormenta.
Nos quedamos en silencio largo rato hasta que una flauta empezó a sonar a Bach, a buree, venía de atrás mío, era Yamil...no erró ninguna nota, para mi sorpresa.
Si soñé que no era un asesino, no lo sé, no tenia recuerdos de haber matado a nadie, aunque mis letras me delaten, simplemente ya no estaba, el hecho ya no estaba, parecía lavarme la lluvia, absolverme de alguna manera, ella no lo dudo dos veces y se puso a bailotear graciosamente debajo de la esfinge, y de la columna, yo la seguí, aquel canto de flauta era hermoso, luego de un rato sentí en el aire un aroma a madera quemada, me di vuelta.